Hace unos días estuviste en mi consulta, habitualmente he sido yo el que te he ayudado a que salgas de nuestra sesión con esperanzas de ser más feliz. La última cita me hiciste muy feliz, que gozada ver que venias pletórico, con ganas de comerte el mundo. En este último mes cayó, como el muro de Berlín, ese muro formado por una pesada mezcla de desgana-desilusión-apatía-culpa-tristeza…que te causaban tu depresión. No te podías levantar por la mañana, me decías: “el cuerpo me lleva de la cama al sofá y a la noche del sofá a la cama”. Y ahora me cuentas, que querrías que el día tuviera más de 24 horas, para llevar a cabo proyectos ilusionantes. Vuelves a disfrutar con lo de siempre y ¡como disfrutas! Me hablas de lo bien que lo pasas con tu mujer, con tus hijos, con tus paseos hacia el trabajo, con tu lectura, con tu serie… Te das cuenta de que tiodo tiene algo positivo, ahora lo ves desde el minuto uno, antes no lo veías de ninguna forma, incluso pensabas con tu pesimismo que si algo cambiaba en tu vida sería a peor. Vienes con ganas de hacerme sentir el causante de tu estado. Y te tengo que recordar, como al inicio y como en los momentos malos de estos meses, que ¡esto es una labor de equipo!, que aunque no te lo creyeras: tienes unos valores sobre los que levantar tu felicidad…que habrá momentos al inicio en que te pida un 10% y yo ponga el 90%, pero que poco a poco, eso irá cambiando y finalmente el porcentaje que yo ponga sea tan poco, que yo disfrute citándote para “cuando tu veas conveniente, porque estas de alta” ¡Vale la pena vivir! Atrás quedan los días, en que me decías, que no tenías ganas de seguir viviendo, que pensabas que eras una carga para todos. Allí estaba yo para ante, la “catarata” de la depresión, abrirte los ojos y hacerte ver que la realidad no era así. Está demostrado que en los periodos de larga depresión, los ojos captan las imágenes con menos colorido, realmente la vida es más gris. Podía seguir, pero este no el lugar para extenderme. Gracias por perseverar, gracias por tu paciencia, cuando le mejoría no era la que lográbamos, pero confiabas y volvías a cada revisión, mes tras mes. Gracias por hacerme disfrutar con tu felicidad y hacerme pensar, sin decirlo, que tengo la profesión más bella del mundo: ayudarte a ser más feliz.